A finales de 2024, la relación entre la Unión Europea (UE) y China se encuentra en una encrucijada. Definidas en el pasado por una cooperación económica pragmática, sus interacciones están cada vez más marcadas por las tensiones geopolíticas, la competencia estratégica y el escepticismo mutuo, escribe Colin Stevens.
El comercio, la tecnología y la influencia mundial siguen siendo temas centrales, mientras que las acusaciones de espionaje industrial, los problemas de derechos humanos y las disputas sobre los vehículos eléctricos han tensado aún más los lazos.
La interdependencia económica, a prueba
La UE y China siguen siendo importantes socios comerciales, con un comercio bilateral que supera los 700.000 millones de euros anuales. Las empresas europeas dependen en gran medida de la fabricación china, mientras que China es un mercado clave para los artículos de lujo, los automóviles y la tecnología europeos. Sin embargo, en 2024 se agudizaron las tensiones comerciales, sobre todo en el floreciente sector de los vehículos eléctricos.
Disputas en torno a los vehículos eléctricos y búsqueda del dominio
El dominio de China en el mercado de los vehículos eléctricos ha hecho saltar las alarmas en Europa. Los fabricantes chinos de vehículos eléctricos, apoyados por cuantiosas subvenciones públicas, han realizado agresivas incursiones en el mercado europeo, ofreciendo alternativas asequibles a las marcas locales. La Comisión Europea respondió con la apertura de una investigación antisubvenciones en septiembre, acusando a Pekín de distorsionar la competencia.
Esta medida marcó un punto de inflexión en las relaciones comerciales. Mientras la UE trataba de proteger su industria automovilística, China denunció la investigación como proteccionista, amenazando con medidas de represalia que podrían afectar a las empresas europeas que operan en China. La disputa subraya la creciente rivalidad estratégica en el ámbito de las tecnologías verdes, con ambas partes disputándose el liderazgo en la transición a las energías renovables.
Europa en la cuerda floja: Socio y rival
Europa se enfrenta a un delicado equilibrio en su relación con China. Por un lado, China es un socio comercial vital, que ofrece un mercado masivo para los productos europeos y cadenas de suministro críticas para la fabricación. Por otro lado, la firme postura geopolítica de Pekín y sus ambiciones de remodelar el orden mundial han suscitado preocupación por la seguridad, la dependencia económica y la rivalidad estratégica.
Un argumento pragmático a favor de la cooperación
China es la mayor fuente de importaciones de la UE y su tercer destino de exportación. Las industrias europeas, sobre todo en sectores como la automoción, la maquinaria y los productos farmacéuticos, dependen de los consumidores chinos. Además, el papel de China como primer fabricante mundial de componentes de energías renovables, como paneles solares y baterías para vehículos eléctricos, la convierte en un socio esencial en la transición de Europa hacia la energía verde.
La amenaza percibida
Sin embargo, Europa ve cada vez más a China como un rival sistémico. Las preocupaciones son múltiples:
- Apalancamiento económico: El dominio de China en cadenas de suministro críticas, como las de minerales de tierras raras y semiconductores, hace temer una dependencia excesiva.
- Ambiciones geopolíticas: La creciente influencia de Pekín a través de iniciativas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI ) y su asociación con Rusia en medio del conflicto de Ucrania desafían los intereses estratégicos de Europa.
- Ciberseguridad y espionaje: Las acusaciones de espionaje industrial y los ciberataques contra industrias europeas han alimentado la desconfianza.
- Derechos humanos y gobernanza: Las políticas de China en Xinjiang, Hong Kong y Tíbet entran en conflicto con los valores europeos de derechos humanos, tensando las relaciones diplomáticas.
Acusaciones de espionaje y problemas de seguridad
En 2024, las acusaciones de espionaje industrial y ciberataques erosionaron aún más la confianza. Las agencias de inteligencia europeas acusaron a agentes chinos de atacar sectores críticos, como la energía, las telecomunicaciones y la defensa. El descubrimiento de supuestos dispositivos de vigilancia en misiones diplomáticas europeas provocó una disputa diplomática, con intercambio de acusaciones entre ambas partes.
La mayor atención prestada por la UE a la ciberseguridad y la seguridad de la cadena de suministro ha llevado a un escrutinio más estricto de los proveedores chinos de tecnología, entre ellos Huawei y ZTE. Varios Estados miembros han acelerado los planes para eliminar progresivamente los equipos chinos de sus redes 5G, alegando riesgos para la seguridad nacional. Estas medidas reflejan un esfuerzo europeo más amplio para reducir la dependencia de la tecnología china, alineándose con la presión de Estados Unidos para una mayor cooperación transatlántica en cuestiones de seguridad.
Realpolitik: El triángulo Estados Unidos-China-Europa
La relación de Europa con China no puede entenderse de forma aislada; está profundamente influida por Estados Unidos. Washington ha intensificado sus llamamientos para que Europa se alinee con su dura postura frente a Pekín, especialmente en materia de tecnología, comercio y derechos humanos. Estados Unidos ha presionado para que se impongan restricciones a las inversiones chinas y se coordine más estrechamente la seguridad de la cadena de suministro, empujando a Europa a adoptar una línea más dura.
Sin embargo, los intereses económicos de Europa a menudo divergen de las prioridades de Washington. Muchos líderes europeos siguen siendo cautelosos a la hora de enemistarse con China, reconociendo los riesgos de perturbar el comercio e invitar a la adopción de medidas de represalia. Este acto de equilibrio -mantener fuertes lazos económicos con China al tiempo que se abordan las preocupaciones de seguridad de Estados Unidos- define la realpolitik europea.
La creciente estatura de China como potencia mundial
La influencia mundial de China sigue creciendo, subrayando su papel como socio indispensable y competidor formidable. En 2024, Pekín se posicionó como líder en comercio mundial, tecnología verde y desarrollo de infraestructuras. La Iniciativa del Cinturón y la Ruta se expandió a nuevas regiones, mientras que la diplomacia china desempeñó un papel clave en la mediación de conflictos en Oriente Medio y África.
El alineamiento de Pekín con Moscú ha acentuado la preocupación europea, especialmente en lo que respecta a su postura sobre Ucrania. Al negarse a condenar las acciones de Rusia y estrechar los lazos económicos con Moscú, China se ha posicionado como contrapeso a la influencia occidental.
Cooperación en medio de la competencia
A pesar de las tensiones, la UE y China siguen cooperando en retos mundiales como el cambio climático y la salud pública. En 2024, ambas partes reafirmaron sus compromisos con el Acuerdo de París y se comprometieron a colaborar en iniciativas de financiación verde. Sin embargo, estas áreas de alineación se ven cada vez más eclipsadas por la competencia estratégica.
Perspectivas para 2025: Pragmatismo y posibilidad
A medida que se acerque 2025, la relación UE-China seguirá definiéndose por un compromiso pragmático en medio de divergencias estratégicas. La cuerda floja de Europa -equilibrar la necesidad de unas buenas relaciones comerciales con la realidad de ver a China como una amenaza potencial- será aún más precaria. Entre los principales acontecimientos a tener en cuenta se incluyen:
- Nuevas medidas para diversificar las cadenas de suministro europeas y reducir la dependencia de las importaciones chinas.
- El resultado de la investigación antisubvenciones de la UE sobre los vehículos eléctricos chinos.
- Posibles medidas de represalia de China contra las empresas europeas que operan dentro de sus fronteras.
A pesar de estos retos, hay margen para el optimismo. La complejidad de la relación entre la UE y China exige un enfoque reflexivo y mesurado, y las cabezas sabias de ambas partes reconocen la necesidad de una coexistencia significativa. La cooperación en cuestiones críticas como el cambio climático, la salud pública y la estabilidad mundial ofrece una base para reconstruir la confianza y forjar una asociación más equilibrada.
Si Europa y China son capaces de superar sus diferencias con un compromiso común en favor del progreso mundial, el futuro puede deparar no sólo competencia sino también oportunidades de colaboración que beneficien a ambas partes y al mundo en general.
Autor
Colin Stevens fundó EU Reporter en 2008. Tiene más de 30 años de experiencia como productor de televisión y periodista. Fue Presidente del Club de Prensa de Bruselas (2020-2022) y Doctor Honoris Causa por la Escuela de Negocios Zerah (Malta y Luxemburgo) por su liderazgo en el periodismo europeo.