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¿Son los cargos del Man City algo bueno para el fútbol inglés?

Desde la compra del Manchester City por la familia real de Abu Dhabi en 2008, el club ha experimentado un ascenso meteórico hasta lo más alto del fútbol inglés. Esta semana, sin embargo, podría iniciarse un descenso más rápido con la apertura de la vista sobre sus 115 presuntas infracciones de las reglas del juego limpio financiero de la Premier League. Independientemente de si el club es culpable o no, su comparecencia ante los tribunales podría ser muy positiva para todo el fútbol inglés. Su comparecencia podría llamar la atención sobre las malas prácticas y los tratos dudosos de todos los malos actores dentro de la comunidad futbolística, con la esperanza de sacar a la luz las controversias menos conocidas y las figuras más controvertidas. En este sentido, permítanme iluminar uno de estos casos menos conocidos.

Se trata del Sunderland, los Black Cats del noreste de Inglaterra. A principios del siglo XX fue uno de los grandes equipos del fútbol inglés, con seis títulos de liga y dos copas de Inglaterra. Sin embargo, tras sus descensos consecutivos de la Premier League y la Championship en 2017 y 2018, respectivamente, el club quedó sumido en el desierto futbolístico de la League 1. Desde entonces, ha tenido que recuperar la respetabilidad y ahora ocupa el segundo puesto de la segunda división inglesa.

Sin embargo, uno de los propietarios del Sunderland ha suscitado dudas sobre si es el tipo de persona que debería estar al timón de un club tan histórico. El propietario minoritario, Juan Sartori, es un empresario uruguayo reconvertido en político que lleva vinculado al Sunderland desde 2018. Fue excandidato presidencial en las elecciones uruguayas de 2019, aunque finalmente no llegó a las urnas al perder en las primarias de su partido frente al actual titular del máximo cargo de la nación, pero ocupa un escaño en su Senado desde 2020. Sartori es también el fundador y antiguo propietario de Union Agriculture Group (UAG), que llegó a poseer el 1% de todas las tierras de Uruguay.

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A primera vista, esto parece un sólido historial de éxitos, que muestra a un hombre con ambición y empuje que sabe cómo obtener resultados. Sin embargo, un examen más detenido revela una realidad algo más turbia. Sartori está inmerso en un caso ante el Tribunal Supremo del Reino Unido por fraude, negligencia y conspiración contra él mismo y su empresa Union Group International Holdings. En la demanda se alega que Sartori engañó en repetidas ocasiones a los inversores para que invirtieran en acciones de una empresa relacionada y que representó falsamente tanto el valor como el riesgo de dicha inversión.

Del mismo modo, Sartori tuvo que abandonar su puesto directivo en UAG tras las acusaciones de que utilizó su cargo en beneficio propio. Las acusaciones afirman que llevó a cabo una operación muy sospechosa en la que aconsejó a un cliente de su sociedad de inversión separada que comprara acciones de una empresa arrocera, y luego hizo que UAG comprara las mismas acciones pero a un precio considerablemente más alto.

Las acusaciones de fraude no son nada nuevo para Sartori, cuyo historial se remonta a los inicios de su carrera empresarial en 2007. Recién salido de la universidad, a los 26 años, Sartori era propietario de una explotación de arándanos que tenía dificultades para atraer inversores externos. Su método para contrarrestar esta falta de interés fue representar falsamente y exagerar el negocio ante los posibles inversores, llegando incluso a afirmar que su socio era el único “agrónomo” con un doctorado en todo Uruguay. Como era de esperar, atrajo grandes inversiones que permitieron que su empresa se convirtiera en Union Agriculture Group (UAG).

En los informes anuales y otros documentos que presentó para UAG, Sartori se describió regularmente como licenciado por Harvard. Empezaron a surgir dudas sobre la autenticidad de esta afirmación cuando UAG empezó a prepararse para cotizar en Wall Street. Finalmente, la propia Harvard aclaró que Sartori no era licenciado de Harvard y no podía afirmar legítimamente que era antiguo alumno de la universidad.

La razón de destacar esta faceta de su personalidad es poner en perspectiva el interrogante que se cierne sobre su idoneidad para participar en un club de fútbol. Un hombre con semejante historial no debería ocupar un puesto de autoridad en el Sunderland, una institución que significa tanto para tantas personas. Si el entrenador de un equipo infringiera las normas de forma tan flagrante como zancadillear a los jugadores del rival, cabría esperar que recibiera al menos una sanción en la línea de banda. Lo mismo debería ocurrir con los propietarios. Aunque Sartori no haya cometido fraude en el mundo del fútbol, ha demostrado una total disposición a actuar al margen de las normas en cualquier otra línea de su trabajo.

Lo que podemos esperar de la comparecencia del City ante el tribunal es que otros clubes empiecen a mirar con introspección y corrijan los errores que puedan ver en su interior, antes de acabar ante un juez británico. Sin duda, los propietarios mayoritarios del Sunderland deben ser capaces de reconocer el carácter de Sartori y la peligrosa posición en la que su presencia les coloca tanto a ellos como al club.

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