Egipto, la romántica tierra de las pirámides y el Nilo, epicentro civilizacional y manantial de cultura, era conocida como la “Tierra de Ra” debido al importante papel del antiguo dios del sol egipcio Ra. Por supuesto, mucho ha cambiado desde el dominio de la deidad con cabeza de halcón en la región. Egipto es hoy un Estado musulmán, el más poblado de los Estados árabes, pero el sol vuelve a despuntar en un nuevo amanecer en cuanto a la perspectiva internacional del país.
Egipto, un codiciado premio a lo largo de las grandes luchas de la Guerra Fría, se encuentra hoy en el centro de una gran división geopolítica. Aunque Egipto ha estado firmemente en el bando occidental durante los últimos cuarenta años, desde que el presidente Abdel Fattah el-Sisi se hizo con el control de Egipto en 2014, con el apoyo de Moscú para derrocar al régimen liderado por los Hermanos Musulmanes, El Cairo ha estrechado significativamente sus lazos con Rusia.
Y la relación no hace más que estrecharse.
En 2018, los dos países firmaron un acuerdo de asociación integral y cooperación estratégica militar, de seguridad, comercial y económica, elevando sus relaciones a niveles sin precedentes. Esto forma parte de la estrategia del presidente Sisi para aprovechar la brecha entre Estados Unidos y Rusia, que recuerda a las hábiles maniobras llevadas a cabo por los países no alineados durante la Guerra Fría.
Egipto, el mayor importador de trigo del mundo, ha dependido durante mucho tiempo del grano ruso. Antes de la invasión rusa de Ucrania, el 80% de las importaciones de grano de Egipto procedían de los dos países en guerra. La dependencia de Rusia se ha intensificado aún más desde que la invasión de Ucrania disparó los precios mundiales de los alimentos.
Esto dio lugar al polémico acuerdo “Armas por trigo” (similar a un acuerdo anterior que Rusia podría haber firmado con Corea del Norte), según el cual Egipto proporcionaría de forma encubierta cohetes a Rusia a cambio de alimentos.
Por supuesto, el Estado egipcio lleva décadas dando pan subvencionado a decenas de millones de egipcios pobres; en la actualidad, más de 70 millones de un total de 104 millones de egipcios dependen de estas limosnas. Por ello, a pesar del secretismo, Egipto puede haber calculado que el riesgo de las sanciones estadounidenses es menor que el riesgo de los inevitables disturbios que se producirían si no se hace frente a la escasez de alimentos y a los altos precios.
La cooperación militar entre Egipto y Rusia también es amplia, a pesar de los ingentes paquetes de ayuda que el país norteafricano recibe cada año de Estados Unidos. Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, el 60% de las adquisiciones de armas de Egipto entre 2014 y 2017 procedían de Rusia.
En el ámbito de las infraestructuras, Rusia ha invertido en varios proyectos egipcios, incluida una central nuclear de 28.500 millones de dólares financiada en su mayor parte mediante un préstamo ruso. Otro ejemplo es la zona industrial rusa en el este de Port Said y un plan para mejorar la red ferroviaria egipcia. Esto es más que una simple relación económica; demuestra las ambiciones rusas de desempeñar un papel clave en la remodelación de los paisajes industrial y logístico de la región, lo que en cierto modo recuerda -aunque a menor escala- a la Iniciativa Belt and Road de China.
Esta campaña tangible se ve reforzada por una guerra más amplia para ganarse los corazones y las mentes de la nación. En la actualidad, Rusia parece estar ganando la guerra de la información en Egipto. Medios de comunicación rusos como RT Arabic y Sputnik son extremadamente populares, y RT Arabic se ha convertido en uno de los sitios web de noticias con más tráfico del país. Lo mismo ocurre con los medios de comunicación nacionales de Egipto, ya que muchas de las principales agencias del país han firmado contratos vinculantes para amplificar la difusión y los programas rusos en ambas naciones.
A través de estos medios, Rusia promueve una serie de desinformaciones sobre su invasión, así como sentimientos antiestadounidenses, en particular cuestionando la eficacia de las sanciones contra Rusia.
Las emisiones y los artículos afirman repetidamente que es Occidente el responsable de la crisis alimentaria, y no la invasión rusa.
Por último, estos medios difunden contenidos que hacen hincapié en los beneficios exagerados del comercio y la inversión ruso-egipcios, mientras restan importancia a las relaciones mucho más importantes entre Egipto y Estados Unidos y entre Egipto y la UE.
Estos inquietantes acontecimientos recuerdan a las históricas relaciones entre la Unión Soviética y Egipto en la época de la Guerra Fría, que fueron una gran causa de inestabilidad regional. El abrazo de Egipto a Rusia conlleva, por supuesto, un serio grado de riesgo, dado que su mayor socio comercial es Estados Unidos, país que también proporciona a Egipto 1.300 millones de dólares anuales en ayudas.
Mientras el gobierno egipcio continúa con su acto de equilibrismo, Occidente haría bien en seguir ayudando a Egipto a hacer frente a su crisis de seguridad alimentaria, liberándose de la dependencia del gran abrazo del oso ruso.
De hecho, a medida que el sol del desierto se levanta en este nuevo amanecer internacional, es hora de que Occidente despierte y aborde la desinformación y la información errónea que Rusia está vendiendo en esta lucha épica contemporánea por los corazones y las mentes de la gran tierra del Nilo.
