Los delegados de Naciones Unidas se quedaron atónitos a finales del año pasado cuando Angola ofreció orientación económica al Reino Unido.
De hecho, el hecho de que la empobrecida Angola asesorara al formidable Reino Unido, clasificado como la quinta o sexta economía mundial, según la medición, parecía bastante audaz. Los observadores se quedaron perplejos, preguntándose si esto indicaba el estado de la nación de Rishi Sunak o mostraba un exceso de confianza por parte de Angola.
No obstante, Angola recomendó al Reino Unido que adoptara una estrategia urgente de alivio de la pobreza y aplicara nuevas medidas para proteger a sus ciudadanos de la creciente crisis del coste de la vida. Según el Banco Mundial, esta sugerencia procedía de un país en el que aproximadamente un tercio de la población vive en la pobreza (gana menos de 2,15 dólares al día). En Angola, el desempleo va en aumento y el país tiene que hacer frente al incremento de las facturas domésticas.
No es habitual que una nación africana del Sur sugiera cambios en su política económica a un Estado global del Norte. Los críticos del gobierno conservador, dirigido por Rishi Sunak, acogieron favorablemente la iniciativa de Angola, argumentando que señalaba la menguante posición internacional del Reino Unido.
Kartik Raj, de Human Rights Watch (HRW), subrayó la gravedad del mensaje, advirtiendo: “Cuando un país con un altísimo índice de pobreza plantea una consulta de este tipo al Reino Unido, el gobierno debería escucharla en lugar de desoírla”.
Mientras Sunak y sus aliados parecían perplejos y poco impresionados, la respuesta en Luanda, la capital de Angola, fue igualmente variada. Los adversarios del gobierno de João Lourenço tacharon la propuesta de distracción flagrante de las críticas al partido gobernante, el MPLA, y a la frágil economía angoleña.
Lourenço y sus colaboradores citaron pruebas de la recuperación económica de Angola. El país ha salido recientemente de una recesión de cinco años y, como proveedor de petróleo, está preparado para beneficiarse de la subida sostenida prevista de los precios mundiales de la energía. Las agencias de calificación han mejorado la solvencia de Angola y elogiado la reducción de la deuda pública. Se ha concluido con éxito un acuerdo trienal con el FMI y se han levantado las restricciones COVID-19.
Sin embargo, persiste la preocupación de que la recuperación sea tenue y persisten riesgos considerables. Por ejemplo, las bajas calificaciones otorgadas por Fitch a la estabilidad política, el Estado de Derecho y los derechos humanos impiden a Angola optimizar los ingresos del petróleo para el bienestar de todos sus ciudadanos.
Varios casos sonados de abuso de poder estatal han erosionado el Estado de derecho. En 2018, tras una victoria en el Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra, el financiero angoleño-suizo Jean-Claude Bastos fue encarcelado durante seis meses sin juicio en un intento de presionarle para que hiciera concesiones en una disputa comercial entre las partes. Esto inquietó a los inversores de capital riesgo y disuadió la inversión internacional mucho después de su liberación.
En 2019, se retuvieron pagos por valor de casi 100 millones de dólares a LS Energia y APR Energy durante un largo periodo. Aunque los funcionarios angoleños finalmente resolvieron los pagos, las disputas causaron temblores en Washington, DC, y tensaron las relaciones con Estados Unidos.
En 2020, se retuvieron fondos del promotor inmobiliario estadounidense Africa Growth Corporation, que construye viviendas asequibles para expatriados y oficinas comerciales para empresas extranjeras en África, después de que el gobierno angoleño embargara sus propiedades, activos y cuentas bancarias. Las pérdidas iniciales de 95 millones de dólares de AFGC se redujeron a la mitad en un acuerdo negociado entre la empresa y el Gobierno angoleño como parte del frenético intento de AFGC de recuperar los fondos para los inversores. Pero el Fiscal General Adjunto angoleño ha negado desde entonces que se hubiera negociado tal acuerdo, obligando a AFGC a absorber las pérdidas por el momento.
Como nación productora de petróleo con una economía poco diversificada, la actual fortaleza económica de Angola depende en gran medida de los precios de la energía. A medida que Angola se enfrenta a un futuro post-petróleo, es crucial acumular riqueza suficiente para mantener a las generaciones futuras. Navegar por la transición hacia los combustibles ecológicos requiere niveles educativos más altos, un valioso desarrollo de capacidades, especialmente en tecnología digital, un aumento de la inversión extranjera directa y la creación y el crecimiento de nuevos sectores.
En estas áreas, Gran Bretaña, actualmente vulnerable debido a su falta de energía doméstica pero tradicionalmente robusta en tecnología e históricamente atractiva para los inversores extranjeros, podría ofrecer ayuda. Tal vez, después de todo, ambas naciones tengan valiosas lecciones que compartir.