La U.E. tiene que reconocer que los seres humanos nacen libres y luchan por la libertad de su colectivo nacional a través de sus héroes, tradiciones e instituciones. Tiene que rehabilitar la palabra “nación”, y con ella desarrollar una relación diferente con el Estado de Israel – escribe Fiamma Nirenstein
Pero esto es para mañana. Mientras tanto, para preservar su cohesión interna, la UE debe alejarse de su absolutismo globalista y comprender que en Europa hay diferencias y contrastes. Además, debe rechazar sin piedad la “cultura de la cancelación” en toda su estupidez. Los héroes y monumentos del pasado han demostrado su poder, después de todo.
Y aquí hay más para el pensamiento conservador productivo. Durante la guerra actual, los hombres se han quedado a luchar, como siempre han hecho a lo largo de milenios, mientras las madres y las abuelas han llevado a los niños de la mano a un lugar seguro. Es un magnífico renacimiento de un feminismo desideologizado que considerará la tarea primordial de la mujer tanto durante la guerra como durante la paz como clave para salvaguardar la libertad.
Liberalismo, nacionalismo, libertad, democracia y tradición deben ir de la mano. Europa debe separarse de algunos de sus sueños posmodernos, de su lenguaje, de su retórica y de sus orígenes socialistas, y reducir su universalismo.
Incluso la guerra, el concepto más aborrecido, tiene que ser finalmente reconsiderada. Las señales de humo pacifistas no la impiden ni la detienen. Hay que detener a Putin.
Alemania duplicó su presupuesto de defensa en un solo día, un salto mortal instructivo. Aquí, en Israel, el país no sobreviviría ni un día si no supiera luchar, ganar guerras y cultivar el valor. Hace falta mucha fuerza moral para arriesgar la vida de los hijos.
La UE ha olvidado completamente este principio, pero ahora necesita recordarlo. Si los israelíes, ya sean religiosos o laicos, de izquierdas o de derechas, no supieran elevarse por encima de sus propios y duros principios y mantenerse unidos en la necesidad, no habríamos sobrevivido ni florecido. Bendito sea el país que tiene sus héroes; no el que no los necesita.
Por último, como me explicó el difunto historiador de Oriente Medio Bernard Lewis, los turcos no se dieron cuenta de que el retroceso de los cañones hacía que se hundieran sus hermosos barcos de guerra.
Debemos mover los cañones de la democracia para evitar que nuestros barcos de la libertad se hundan como el Imperio Otomano.