Tras el derrocamiento del régimen de Bashar al-Assad en Siria y el posterior ascenso de la oposición liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el destino de la presencia militar rusa en el país se ha convertido en un tema de intenso debate. En una reciente entrevista con la BBC, el nuevo líder sirio, Ahmed al-Sharaa, hizo hincapié en la larga asociación estratégica entre Rusia y Siria. Insinuó un futuro en el que esta relación continúe, dejando abierta la posibilidad de que las fuerzas militares rusas permanezcan en Siria.
Las dos bases militares rusas en Siria son fundamentales para mantener la influencia estratégica de Moscú en el Mediterráneo y África. Aunque muchos expertos cuestionan la probabilidad de cooperación entre HTS y Rusia, los funcionarios europeos han expresado su esperanza de que el nuevo gobierno sirio expulse a las fuerzas rusas. Un alto representante de la UE expresó este sentimiento, alineándose con una oposición europea más amplia a la implicación de Rusia.
A pesar de ello, algunos analistas creen que las perspectivas de las operaciones militares rusas en Siria pueden no ser tan sombrías como parece. Rusia ha demostrado su capacidad para negociar acuerdos con grupos radicales en todo el mundo, como sus colaboraciones con los talibanes en Afganistán y los houthis en Yemen. En un cambio notable, los medios de comunicación rusos han comenzado a referirse a HTS como la “oposición armada” de Siria en lugar de etiquetarlos como un “grupo terrorista.” Además, la embajada siria en Moscú sustituyó rápidamente su bandera por la de la oposición pocas horas después de la caída de Damasco.
En última instancia, la continuación de la presencia militar rusa en Siria depende de la voluntad de HTS de adoptar una postura pragmática, dejando de lado los agravios del pasado. En los últimos nueve años, las fuerzas rusas han atacado a los yihadistas sirios, lo que convierte esta cooperación en una prueba de las prioridades estratégicas de HTS frente a los resentimientos ideológicos.
La asociación entre Moscú y las nuevas autoridades sirias podría resultar mutuamente beneficiosa. Moscú puede ofrecer a los nuevos dirigentes sirios la legitimidad internacional que tanto necesitan y, al mismo tiempo, ayudar a HTS (Hayat Tahrir al-Sham) a independizarse y despojarse de su imagen de apoderado turco. A su vez, HTS puede beneficiarse de la ayuda de Rusia para contrarrestar la influencia estadounidense en Siria. Estados Unidos sigue respaldando a los grupos kurdos y tribales en el norte y el este de Siria, lo que impide que HTS logre el control total del país. Además, Rusia está bien posicionada para actuar como intermediario entre el nuevo gobierno sirio e Israel. Israel se mantiene firme en su objetivo de eliminar las armas y el equipamiento que le quedan a Siria, al tiempo que amplía el control sobre los Altos del Golán y la provincia suroccidental de Quneitra.
Aunque Europa se ha apresurado a descartar el papel de Rusia en Siria, ha pasado por alto los posibles beneficios de la presencia de Moscú para la Unión Europea. Las esperanzas de la UE de un rápido retorno de los refugiados sirios tras el derrocamiento de Assad siguen siendo lejanas e inciertas. El nuevo gobierno sirio se enfrenta a importantes retos, como la creación de un Estado, las disputas territoriales con las fuerzas kurdas y la resolución de las reclamaciones territoriales de Israel y las debilitadas capacidades de defensa de Siria. Estos retos agravan una situación de seguridad ya precaria, obligando a Europa no sólo a abandonar los planes inmediatos de deportación de refugiados, sino también a prepararse para una posible nueva oleada migratoria.
Además, la liberación de miles de presos, entre ellos terroristas e islamistas radicales, supone una grave amenaza para la seguridad no sólo de Oriente Medio, sino también de Europa. En este contexto, la presencia militar rusa en Siria, de probada eficacia en la lucha contra el terrorismo y capaz de apoyar a HTS en cuestiones clave, se alinea con los intereses de seguridad de Europa.
