El activista medioambiental de origen canadiense Paul Watson, cofundador de Greenpeace y fundador de la Sea Shepherd Conservation Society, ha pasado casi 100 días en una prisión groenlandesa, a la espera de una decisión crucial que podría determinar el resto de su vida. El veterano de 73 años de las campañas contra la caza de ballenas está detenido mientras el Ministerio de Justicia danés delibera sobre su extradición a Japón. Japón busca a Watson por su participación en una protesta contra la caza de ballenas en 2010, una acción que él califica de “falta menor”.
El prolongado activismo de Watson le ha convertido tanto en un héroe para los ecologistas como en una figura controvertida para los gobiernos que consideran extremas sus tácticas. En 2010, dirigió una campaña de Sea Shepherd contra la caza de ballenas japonesa en el Océano Antártico, una operación que desembocó en un enfrentamiento con un buque japonés. El incidente desencadenó la persecución de Watson por parte de Japón, lo que dio lugar a una orden de detención internacional que, en opinión de Watson, ya debería haber expirado.
Durante casi 14 años, Watson se las arregló para viajar libremente a través de las fronteras, pasando por Irlanda, Suiza, Mónaco, Francia y Estados Unidos sin problemas. Su detención se produjo inesperadamente en julio de 2024, cuando la policía groenlandesa lo detuvo durante una parada rutinaria para repostar combustible en el puerto de Nuuk. Su detención en Groenlandia, territorio autónomo de Dinamarca, le devolvió a la palestra internacional.
Desde entonces, Watson ha expresado su profunda preocupación por su futuro, especialmente si es extraditado a Japón. Recientemente declaró a la prensa que teme por su vida, ya que considera que su edad y su estado de salud convierten su encarcelamiento en Japón en una posible sentencia de muerte. “No creo que sobreviva si me envían a Japón”, afirmó, subrayando que sus cargos por el incidente de 2010 son desproporcionados en relación con el riesgo de ser extraditado.
La detención de Watson ha reavivado los debates sobre el equilibrio entre el activismo medioambiental y las consecuencias jurídicas. Sus partidarios sostienen que Japón persigue a Watson por motivos políticos, con el fin de silenciar a un viejo crítico de sus controvertidas prácticas balleneras. Japón detuvo oficialmente la caza comercial de ballenas en 2019, pero reanudó la actividad bajo la apariencia de investigación científica, una práctica a la que organizaciones como Sea Shepherd se han opuesto durante mucho tiempo.
Mientras el destino de Watson pende de un hilo, los tribunales de Groenlandia tienen previsto pronunciarse hoy sobre la continuidad de su detención. La decisión no sólo afectará al futuro inmediato de Watson, sino que también dará forma a un debate más amplio sobre la intersección entre el activismo medioambiental y el derecho internacional. Por el momento, Watson permanece en una prisión groenlandesa, a la espera de la última palabra del Ministerio de Justicia danés sobre su extradición. Ya sea extraditado a Japón o puesto en libertad, su lucha durante décadas por la conservación de la vida marina sigue suscitando controversia y admiración a partes iguales.