Una nube negra se cierne sobre las empresas británicas. El lento crecimiento y la falta de innovación real han dejado al Reino Unido como la nación menos productiva del G7. Tal vez haya llegado el momento de revisar cómo y, lo que es más importante, quién dirige nuestras empresas. Resulta deprimente saber que las mujeres no sólo representan el 9% de los directores ejecutivos del FTSE 100, sino que el progreso hacia la igualdad parece ser tan lento como nuestras propias empresas, ya que no se prevé que las mujeres alcancen la paridad de género en la dirección hasta 2076. Estas cifras deberían ser motivo de preocupación no sólo por su evidente injusticia, sino también por motivos puramente económicos. Los bajos niveles de igualdad en los consejos de administración van de la mano de nuestra falta de competitividad. Sencillamente, las empresas británicas no tienen el pulso de la población en general, y hace tiempo que debería haberse estudiado lo que las mujeres pueden aportar a los puestos ejecutivos.
Por encima de todo, el argumento a favor de que haya más mujeres en los puestos más altos es de simple economía. Con una previsión del 60% de la riqueza personal en manos de mujeres en el Reino Unido para el año que viene, nunca ha habido mayor necesidad de representación femenina. Las mujeres saben lo que quieren. En todos los sectores, desde las finanzas al comercio minorista, existe una necesidad implícita de comprender por qué y dónde gastan las personas su dinero. Tomemos como ejemplo a Angela Ahrendts, directora de comercio minorista de Apple entre 2014 y 2019, que introdujo varios cambios en el negocio minorista de Apple para hacerlo más atractivo para las mujeres, y el giro hacia una experiencia más personalizada y orientada a la comunidad coincidió con un enorme auge de las ventas de Apple. Dado que la identidad de género es posiblemente el determinante más predecible de cómo vemos el mundo, entender el comportamiento femenino debe ser una parte crítica de cualquier negocio, ignorarlas como un grupo demográfico clave sería como si una empresa como Apple descuidara comercializar en China e India juntas.
Más allá de las ventajas de su experiencia, también se ha demostrado que las mujeres son más eficientes desde el punto de vista del capital cuando están al mando. Aunque la razón de esta considerable diferencia es discutible, y algunos la achacan al enfoque más consultivo y reacio al riesgo que adoptan las mujeres, las cifras hablan por sí solas. Forbes informa de que las empresas tecnológicas dirigidas por mujeres en EE.UU. logran un impresionante 35% más de rentabilidad de la inversión, y las empresas de nueva creación iniciadas por mujeres generan aproximadamente el doble de ingresos por dólar invertido. En el Reino Unido se observan pautas similares, y los informes de la BBC ponen de manifiesto el marcado contraste entre las empresas que cotizan en bolsa sin ninguna mujer en sus comités ejecutivos, con un margen de beneficio neto de apenas el 1,5%, y las que cuentan con más de una de cada tres mujeres a ese nivel, con un impresionante 15,2%. Los siete años de reinado de Carolyn McCall en easyJet son un testimonio rotundo de la calma y el liderazgo inquebrantable que pueden ofrecer las mujeres. En tiempos turbulentos para el sector aéreo, con el colapso financiero de 2008 todavía lastrando los mercados, McCall cuadruplicó el precio de las acciones de easyJet y fue elogiada por su enfoque pragmático del Brexit, con su poco publicitado paso al mercado continental europeo superando al de Ryanair y otros competidores.
Las mujeres poseen una capacidad única para desmarcarse de las normas convencionales de los CEO, dejando a menudo de lado el ego y destacando en las “habilidades blandas” esenciales para el triunfo empresarial. Según un estudio de Forbes, las mujeres superan a los hombres en 11 de las 12 características principales de la inteligencia emocional, destacando especialmente en rasgos como la compasión y la integridad, mientras que los directores ejecutivos que muestran fortaleza en estas áreas superan sistemáticamente a sus homólogos. El Reino Unido cuenta con una rica historia de mujeres CEO dinámicas que han cambiado la industria para mejor. Nicola Foulston, por ejemplo, se hizo cargo de Brands Hatch a la tierna edad de 22 años. En sus nueve años al timón, Foulston transformó un negocio de 6 millones de libras en el que lo normal eran los “cálculos en el reverso de los paquetes de tabaco ” en una empresa mucho más comercial de 150 millones de dólares en el momento de la venta. Foulston ha explicado que su condición de joven ejecutiva fue una ventaja, ya que le permitió hacer menos suposiciones y dejar a un lado su ego, retos que con demasiada frecuencia afrontan los hombres en puestos directivos.
En esencia, el panorama empresarial del Reino Unido necesita urgentemente una reorganización. El lento crecimiento, la falta de innovación y la abismal disparidad de género en los niveles superiores de las empresas no son sólo preocupaciones morales, sino que están obstaculizando el progreso económico. Las pruebas son claras: un liderazgo diverso no es sólo una cuestión de justicia, sino un catalizador del éxito. No debe ignorarse el potencial sin explotar de las mujeres líderes para comprender el comportamiento de los consumidores, obtener mayores rendimientos de la inversión y destacar en inteligencia emocional. Es hora de que las empresas se liberen de normas obsoletas, adopten la diversidad y cosechen los frutos de un futuro más dinámico y próspero.
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