Mientras la Comisión Europea ultima este mes suduodécimo paquete de sanciones contra Rusia por su ataque a Ucrania, parece que hay varias opciones sobre la mesa, desde las relativamente poco impactantes hasta las potencialmente de gran alcance. Lo alarmante es que esta última categoría puede incluir entradas que no solo podrían perjudicar a los importadores y consumidores europeos en lugar de a los exportadores y productores rusos, sino también socavar la agenda ecológica de la UE, una de sus políticas distintivas.
Según fuentes del mercado, una de las sanciones debatidas por los países de la UE, junto a las nuevas restricciones contra el ejército y las TI rusas, es la prohibición de las importaciones rusas de alambrón, papel de aluminio y extrusiones de aluminio. Aunque la medida aún no se ha aprobado oficialmente y algunos países miembros de la UE parecen estar en contra, el mero hecho de que esté sobre la mesa por primera vez desde que la UE empezó a sancionar la economía rusa en febrero de 2022 significa tanto la falta de nuevas ideas como la escasa comprensión de que algunas restricciones pueden afectar a los consumidores de la UE tanto o más que a los exportadores rusos.
El alambrón de aluminio es un ejemplo de ello: se utiliza ampliamente en diversos sectores, su aplicación clave es la producción de cables, lo que lo hace inestimable para la ejecución de proyectos renovables (es decir, cables utilizados para conectarse al sistema energético) y contribuye así a reducir la huella de carbono de las empresas europeas. Rusia sigue siendo el mayor proveedor de alambrón de aluminio de la UE: en 2022, más de un tercio de las importaciones de alambrón de aluminio de la UE, o casi 71.000 toneladas, procedían del país, siendo Polonia, España e Italia sus mayores importadores.
Si la UE consiguiera prohibir las importaciones de alambrón de aluminio fabricado en Rusia, se produciría un aumento significativo de los precios en toda la industria. Ello contribuirá a reducir la competitividad de los productores europeos frente a sus competidores de Asia, Oriente Próximo y otras regiones.
Los únicos beneficiarios de esta cuestionable medida serán los productores de India y Oriente Próximo, que tendrán una oportunidad única de exigir una prima significativa por su producto: dados sus elevados costes de transformación, los productores de la UE no podrán colmar la brecha.
También es importante señalar que el alambrón de aluminio producido en Rusia es uno de los más ecológicos del mundo, sobre todo en comparación con sus competidores no occidentales. Harbor Aluminum calcula que la huella de carbono del alambrón de origen ruso es entre un 30% y un 70% inferior a la de otros grandes orígenes no europeos. Teniendo en cuenta el Green Deal europeo y la “transición verde” y las normas ecológicas cada vez más estrictas que conlleva, esto significa que, al eliminar potencialmente los productos de aluminio rusos del mercado, la UE puede estar disparándose en el pie al aumentar en última instancia, en lugar de reducir, la huella de carbono en toda la cadena de valor.
A principios de año, tanto los expertos en sanciones de la UE como los políticos pidieron que se prohibiera el aluminio primario ruso, importante fuente de ingresos para las exportaciones del país. En una carta conjunta enviada a la Bolsa de Metales de Londres el 28 de julio, cinco asociaciones empresariales europeas, entre ellas la Federación de Consumidores de Aluminio de Europa, se opusieron a la medida, calificándola de “intento oligopolístico de convertir Europa en un mercado cautivo” que socava las propias políticas industriales y de materias primas de la UE. Ese plan más amplio de prohibir el aluminio ruso se archivó entonces, y será prudente que los responsables políticos de la UE hagan lo mismo con la idea de introducir restricciones a las importaciones de productos como el alambrón, ya que una medida así puede tener un efecto devastador en la industria del continente.