El desarrollo de la crisis en Níger, una nación que se enfrenta a un golpe militar dirigido por el general Abdourahamane Tiani, arroja una nube negra sobre la tradicionalmente poderosa influencia de Francia en la región del Sahel, escribe Bintou Diabaté.
Esta influencia, en gran medida incuestionable, se ha alimentado y sostenido cuidadosamente a través de un triple enfoque que incluye canales diplomáticos, lazos económicos y una potente presencia militar. Sin embargo, hoy, cuando miles de manifestantes se concentran frente a la embajada francesa en Niamey, el alcance del sentimiento antifrancés queda al descubierto, planteando al presidente francés Emmanuel Macron un formidable desafío a sus ambiciones estratégicas en África.
Una de las características más llamativas de la crisis en curso es la llamativa presencia rusa, manifestada en el ondear simbólico de banderas rusas durante las protestas. Algo así habría sido impensable hace unos años, cuando Francia era percibida como el actor dominante en Níger y la región del Sahel. Ahora, el grupo mercenario ruso Wagner, que ha establecido su presencia en el vecino Malí, encarna la creciente influencia de Rusia. La aparente afinidad rusa entre los manifestantes es un indicio sutil pero potente de un posible realineamiento de las alianzas en la región.
Queda por ver si los nuevos dirigentes de Níger girarán hacia Rusia. Sin embargo, no se puede descartar la posibilidad de que se produzca un cambio de este tipo. Una posible reorientación de las alianzas internacionales de Níger podría remodelar drásticamente el panorama geopolítico de África Occidental, una región en la que Francia ha dominado durante mucho tiempo. Si el péndulo del poder se inclina hacia Rusia, las implicaciones podrían ser de gran alcance y socavar gravemente la influencia de Francia en la región.
Una situación tan precaria obliga a reevaluar la estrategia de Macron en África. Un eje en sus esfuerzos de recalibración es Angola, un país con el que Francia ha estado fomentando activamente una relación más fuerte. La reciente visita de Macron a Angola en marzo y la importante inversión de 850 millones de dólares del gigante energético francés TotalEnergies en un proyecto petrolero angoleño significan la intención de Francia de consolidar sus alianzas estratégicas en África.
Angola, tradicionalmente dependiente de las exportaciones de petróleo, ha intentado diversificar su economía. La visita del Presidente francés abrió vías de cooperación bilateral más allá de los confines del sector energético, sentando las bases de una asociación global y polifacética. La inversión de TotalEnergies ejemplifica el compromiso de Francia con el fortalecimiento de esta alianza, posicionando a Angola como un aliado estratégico fiable.
Con su firme compromiso con la paz y la estabilidad regionales, especialmente en la conflictiva Región de los Grandes Lagos y en la República Democrática del Congo, Angola se ha erigido en una fuerza regional de estabilidad. El informe del Banco Mundial de abril elogiaba a Angola por su firme postura en favor de la paz en la región. Este compromiso con la estabilidad regional, combinado con la postura internacional no hostil de Angola, lo convierte en un aliado potencialmente inestimable para Francia.
Ante las incertidumbres en Níger, estrechar los lazos con Angola podría proporcionar a Francia una póliza de seguros, un medio para compensar posibles pérdidas en Níger y mantener su influencia regional. Sin embargo, este enfoque no está exento de complejidades. Francia no puede permitirse pasar por alto los retos inmediatos que plantea la situación en Níger. Con entre 500 y 600 ciudadanos franceses y un contingente militar de 1.500 soldados estacionados en el país, es mucho lo que está en juego.
Además de salvaguardar a sus nacionales y sus activos militares, Francia tiene la responsabilidad moral y política de defender la restauración de un régimen democrático en Níger. La comunidad internacional, liderada por organismos regionales como la CEDEAO y la Unión Africana, está presionando a la junta nigerina para que restablezca el gobierno democráticamente elegido del presidente Mohamed Bazoum.
La respuesta a la crisis de Níger pone a prueba la política exterior de Macron en África. Ofrece la oportunidad de lograr un delicado equilibrio entre la defensa de los intereses nacionales y el mantenimiento de los compromisos con las normas democráticas y la estabilidad. Sin embargo, el camino por recorrer está plagado de incertidumbres y dinámicas complejas que exigirán una cuidadosa navegación por parte del gobierno francés.
En este fluido panorama geopolítico, las acciones de Francia influirán significativamente en la trayectoria de los acontecimientos en Níger y en la región del Sahel en general. Si consigue recalibrar su estrategia manteniendo su influencia será una prueba de fuego para la presidencia de Macron y podría tener profundas implicaciones para el papel de Francia en África. Al fin y al cabo, no se trata solo de preservar la posición de Francia, sino también de defender los valores de democracia y estabilidad que Francia y sus aliados occidentales aprecian.
Bintou Diabaté es analista especializado en seguridad y licenciado en relaciones internacionales por el Kings College.